ENTRE LINEAS
No preciso viajar lejos
para hallar lo que deseo,
si tropiezo en tu regazo
ya me basta para tocar el cielo
“Para tocar el cielo”
Tontxu
¡Hola!
Espero que hayáis tenido una buena
Semana Santa. Seguro que habéis descansado y aprovechado para hacer
todos esos planes que siempre tenemos en el tintero pendientes para “las
próximas vacaciones”.
Yo me he ido al pueblo a pasar unos días, me gusta disfrutar de las tradiciones de mi pueblo en fechas tan señaladas.
Hablando de fechas, una amiga me dijo
hace tiempo que las casualidades no existen, pero la misma semana en la
que celebrábamos el “Día del Libro”, nos ha dejado Gabriel García
Márquez, probablemente el escritor contemporáneo que más ha influido en
los lectores de las últimas generaciones. Desde pequeñita he sido una
gran lectora, los libros me han dado grandes momentos, y sobre todo me
han permitido vivir situaciones que nunca hubiera podido experimentar en
la realidad. Estos días en el pueblo he rescatado algunos de los
cuentos que más me gustaban cuando era pequeña.
Cuando me mandaban a la cama por que
“era la hora de irse a dormir ya que al día siguiente había que madrugar
para ir al cole” siempre protestaba un poco, daba igual la hora, a mí
siempre me parecía pronto, quería quedarme un rato más jugando. Una vez
ya en la cama me encantaba que me contaran un cuento, me gustaba que
siempre fuera el mismo y según me lo contaban lo iba repitiendo en mi
cabeza, me metía dentro del cuento… los de animales eran mis preferidos y
entre todos, me quedaba con BAMBI.
Cuando aprendí a leer, había un libro
que me hacía mucha gracia, era muy sencillito de leer y con la letra
bien grande. Me acabo de dar cuenta, según hago la foto, de que también
es de animales.
LAS AVENTURAS DE PATRICIA, todavía me
veo metida en la cama con el libro apoyado en las rodillas, con la luz
de la mesita directa al cuento. Luego sacaron otro con tapas azules que
no soy capaz de acordarme del título ni de encontrarlo pero no me gustó
tanto como este primero.
Siempre hay un antes y un después de un
libro en concreto, cada uno tiene el suyo y es muy personal. Un libro
muy especial que no sé muy bien cómo llegó a mis manos pero que fue el
que me descubrió el gusto por la lectura, es “LOS ROBINSONES SUIZOS”.
Enseguida me enganchó esta historia de náufragos y las mil y una
aventuras que corrieron.
¿Os acordáis de Celia? Otra de las
colecciones que no podía parar de leer era la de la historia de esta
adorable niña. En mi cumpleaños, santo o cualquier ocasión especial
pedía alguno de los libros que me faltaban para poco a poco ir
completando la colección. Sé que años más tarde sacaron una película
pero nunca es lo mismo que imaginarte en tu cabeza cómo serían Celia,
Cuchifritin, la Seño…
Tuve una época en la que no iba a ningún sitio sin mis tebeos de Zipi y Zape. Me sabía los diálogos metidos en esos bocadillos de memoria. Los leí mil veces y me seguían haciendo gracia. Con el tiempo, junté unos cuantos.
Un poco más mayorcita, me fue enganchando mucho Enid Blyton, escribió grandes colecciones como: Los Cinco, Torres de Malory, Santa Clara… Creo que hoy en día los niños no leen tanto este tipo de libros, ¡Es una pena ya que eran buenísimos y te enseñaban mucho!
Otro día os hablaré de otros libros, tan
importantes en mi vida, que influyeron en mi visión sobre temas muy
trascendentes, y en mi actitud frente a los problemas normales de la
niñez, la adolescencia y la juventud. Es determinante que alguien te
incite a conocer este mundo maravilloso de la lectura, porque después ya
no puedes salir, y se lo agradeces siempre. De hecho, es tan
gratificante leer, y pensar cómo se debe sentir la persona que imagina
esas historias o situaciones que luego plasma en un papel, que nos
sentimos atraídos por ese mundo, y a menudo soñamos que un día podemos
ser escritores, que podemos hacer sentir a otras personas cosas tan
intensas, tan profundas o tan extraordinarias, como las que sentimos
nosotros al leer un buen libro. Creo que, quien más o quien menos ha
hecho sus “pinitos”… Escribimos poesía de adolescentes, cuentos cortos…
Hay quien persevera y logra un día publicar su primera novela, aunque
sea pagándose la edición. La verdad es que muy pocos llegan a la meta.
No me refiero a publicar algún libro, eso no es tan difícil… Me refiero a
cautivar al lector, a emocionarle, en el más amplio sentido de la
palabra, porque eso está al alcance de muy pocos.
Cuando era pequeña disfrutaba mucho
escribiendo. Después, he seguido haciéndolo toda mi vida. Por eso, por
el agradecimiento y admiración que siento hacia los que nos hacen
“soñar” con sus palabras hoy quería tocar este tema, como mi pequeño
homenaje al gran “hacedor de sueños” que se nos ha ido.
Lo mires por donde lo mires, leer es
siempre bueno. Es enriquecedor en el sentido de que nos permite conocer
lugares, situaciones y mundos que normalmente no están a nuestro
alcance. Historias que despiertan en nosotros inquietudes y sentimientos
que no sabíamos que teníamos. Nos ayuda, a veces, a comprender y ver
desde otra perspectiva problemas que tenemos, que son muy parecidos a
los que está tratando la obra en cuestión. A menudo, cuando estás
leyendo, piensas: “Pues es verdad, ¿para qué necesito yo tal cosa? o
¿Por qué tengo que estar enfadada con mi amiga?”
Por otro lado, nunca estás solo mientras
lees un libro, porque pasas a formar parte de él en ese momento. Leer
no es una actividad pasiva. Mientras lees, estás viviendo esa situación,
te metes en la piel del personaje y piensas como él, o discrepas, pero
te implicas. De esta forma no solo vives tu propia vida, sino la de
multitud de personas que no habrían existido de no ser por esa ilusión
de darse a los demás que tiene un buen escritor.
A los que ya lo hacéis, sé que no hace
falta animaros para que lo sigáis haciendo. Pero a los que no habéis
encontrado aún este verdadero placer, os diría que hagáis la prueba. Si
es posible, elegid hoy mismo un buen libro y dedicad el tiempo libre del
fin de semana a leer. Vivir estos dos días en otra ciudad, paseando por
sitios desconocidos…, experimentar otras sensaciones, sentir emociones
intensas, alegría, tristeza… llorar un poquito… Creo que el lunes
seguirá siendo lunes, pero la sensación que tendréis es como la de
cuando se hace un viaje largo o se vuelve de las vacaciones y te
incorporas al trabajo. Tienes mucho que contar, aún te dura el buen
sabor de boca, y, lo que es más importante, no hay síndrome
postvacacional, porque esa misma noche puedes iniciar otro maravilloso
viaje, empezar otro libro.
¿Sabéis ese cuento que dice…?
Erase una vez… una niña que no
quería hacerse mayor. Laura tenía ocho años y tenía un perro, un
labrador llamado Grissom. El nombre se lo había puesto su hermana Irene,
por una serie de televisión. Porque Grissom era el perro más listo del
mundo. Acompañada por él, Laura salía todas las tardes por los
alrededores de su casa y descubrían tesoros, secretos y algunos
animalitos que huían al ver un perro tan grande, porque no sabían lo
bueno que era. Por su parte Grissom creía que huían al ver a una niña…
Un día, mientras volvían, vieron a un señor mayor que estaba sentado,
apoyado en un árbol. Su bicicleta estaba tirada en el camino, justo
donde había caído. Laura le preguntó si le había ocurrido algo, si se
encontraba bien, sin pensar que sus padres le decían siempre que no
hablase con desconocidos… El señor le dijo que estaba bien, que se había
llevado un buen susto y le dolía un poco una pierna, pero que no era
nada. Grissom, mientras tanto se había ido acercando a él, oliéndole al
principio y lamiéndole después. Era buena señal. Era un hombre bueno.
El señor le dijo entonces que había sido muy amable, que sería una buena médico de mayor…- Yo no quiero ser mayor – dijo Laura.
- ¿Por qué? – dijo el señor, que se llamaba Marco.
- Porque te tienes que ir a trabajar, dejas a los niños solos, no puedes jugar, no tienes amigos…
- Algo de lo que dices es cierto,
pero, verás…. ser mayor tiene también sus cosas buenas. Cuando eres
mayor descubres todo lo que tus padres te han querido, y lo trasmites a
tus hijos. Cuando eres mayor tienes capacidad para devolver a los demás
todo lo que se te ha dado en la vida. Mira esto que tengo -se subió la
manga de la camisa y le enseñó el brazo- esta cicatriz la tengo desde
hace mucho. Era muy joven y un accidente casi me cortó el brazo. Estuve a
punto de morir, pero una cirujana que vive en esta casa de al lado me
salvo la vida. ¿Te imaginas que hubiese ocurrido si ella no hubiese
crecido, si no se hubiese hecho mayor?
- ¿Habría muerto usted?.
– Sí. Hoy no nos habríamos encontrado, yo estaría muerto y tú no habrías nacido, porque fue tu madre la que me salvó.Esa noche, cuando su madre la besó, antes de dormirse, Laura le dijo:
- He cambiado de opinión mamá, ahora ya no pienso que no quiero ser mayor.
- Ah!, muy bien…
- Ahora quiero ser mayor y quiero ser como tú.
Este cuento lo escribí cuando tenía 13 o 14 años. Lo encontré estos días y me trajo a la memoria muy buenos recuerdos de esa etapa de fantasía en la que todo era posible.
“Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidar es difícil para el que tiene corazón”
Gabriel García Márquez
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