sábado, 20 de septiembre de 2014

BENDITAS IMPERFECCIONES

Y vi la luz después cuando otros gatos
desordenan mis noches de locura
evoco aquellos ratos de torpes calenturas
y aunque se que no era la más guapa del mundo
juro que era más guapa que cualquiera
Más guapa que cualquiera
Joaquín Sabina

¡Hola!
Esta semana el tema del post iba a ser otro, pero después de leer algunas cosas estos últimos días no puedo mirar para otro lado.

La primera vez que se me removió algo por dentro fue a principios de semana. Acababa de meterme en la cama y me puse a leer el último artículo de mi compañera Carme Chaparro en su blog. En él contaba cómo unos días antes se enamoró de un vestido. Lo quería para ir a un photocall, fue amor a primera vista. Total, que quiso probárselo y cuál sería su sorpresa cuando el mismísimo diseñador de la prenda le quitó las ganas diciéndole literalmente: “este vestido no es para ti”
– Ah, ¿está reservado? – preguntó Carme.
– No, pero no es para tu cuerpo. No te cabe.

Y así, sin anestesia, el señor diseñador del vestido le vino a decir a Carme que su ropa no estaba hecha para ella.
Si mientras leía el texto me hubieran dicho que se trataba de una broma me lo habría creído. Lo primero porque veo a Carme todas las semanas. Precisamente es una de las mujeres que más me ha impresionado por su asombrosa recuperación después de ser mamá de dos niñas en apenas dos años. Coincidimos estando embarazadas, ella de su segunda hija y más de una vez le he preguntado qué ha hecho para estar así de estupenda en tiempo récord. La conocéis de verla en los informativos pero para que os hagáis una idea, Carme tiene una talla 36. Pues sí, con una talla 36 ese vestido no era para ella. Cosa que me parecería igual de mal si hubiera tenido cualquier otra talla.
Pero lo más grave son las formas. ¿Qué formas son esas? ¿Cómo puede alguien hablar así a una persona? (Para más inri en este caso, a una clienta) ¿Desde cuándo un buen diseñador diseña sólo hasta la talla 36?
Me fui a la cama con todas esas preguntas.
Sólo dos días después, leyendo la prensa me encontré con la siguiente historia surrealista cuya protagonista es otra compañera de Mediaset; Tania Llasera. Todos la conoceréis por su buen hacer como presentadora, su simpatía y su belleza, pero jamás la había visto en tantas revistas como esta semana. Ni siquiera cuando La Voz tuvo el mejor estreno de un talent show en los últimos diez años. Esta semana Tania ha sido noticia ¡atención! por haber cogido unos kilos al dejar de fumar. Encima se le ocurrió ir a un desfile de Cibeles tan tranquila (véase la ironía). Eso, para algunos medios, ha sido algo noticiable y se han escrito unos cuantos titulares con la palabra “gorda” además de un sin fin de comentarios cobardes e hirientes en las redes sociales.
Me consta que Tania se lo ha tomado con filosofía y ha respondido diciendo que para ella lo más importante es la salud, haber dejado el tabaco después de 20 años, ¡casi nada! Se siente sexy y sin duda lo es. ¡Olé!
Carme y Tania son dos mujeres fuertes, bellísimas, seguras de sí mismas y con la cabeza bien amueblada, pero ¿os imagináis que esto le hubiera pasado a una niña de 18 o 20 años insegura, tímida y vulnerable?
Probablemente estaríamos hablando del principio de algo muy grave. No hace falta que os cuente el tipo de enfermedades en las que desencadenan a menudo este tipo de situaciones. La anorexia y la bulimia están a la orden del día entre jóvenes que intentan cumplir los cánones de belleza establecidos por la sociedad.
Creo que la gente que hace sangre con este tipo de cosas no es consciente de los límites. Siempre he defendido las críticas constructivas en cualquier ámbito pero no puedo comprender aquellas que se refieren al aspecto físico de las personas. Probablemente la gente que pasa su tiempo escribiendo comentarios atacando el aspecto y las imperfecciones de los demás no piensa que quizá el día de mañana tengan hijos y a lo mejor sus hijos se convierten algún día en víctimas de estos ataques que pueden crearles en un momento de debilidad miedos e incluso traumas. No todas las personas somos igual de fuertes. Miramos a los demás porque no sabemos mirarnos nosotros.
Yo todavía no he recuperado por completo mi cuerpo de antes de ser madre. Me falta un poquito. Uso una talla más y me encuentro en el momento más feliz de mi vida. Por supuesto que me cuido para sentirme mejor conmigo misma y para estar sana. Claro que me gusta la ropa e intento ir mona y verme bien pero no podría vivir en un constante sacrificio sin darme caprichos, sin comerme una hamburguesa de vez en cuando, un helado después de comer o sin tomarme unas cañas con los amigos.
No somos robots perfectos diseñados por ordenador. Y no es sólo el tema del peso. En general, en nuestra sociedad, existe la tendencia de que nos disguste o veamos raro aquello que no es perfecto o se sale de los prototipos de belleza que estamos acostumbrados a ver. Gracias a Dios todos somos imperfectos, únicos, auténticos y especiales. Sólo hay que aprender a querernos tal como somos.
Otra cuestión fundamental es saber que no se puede gustar a todo el mundo. Ya lo dice el budismo: “intentar gustar a todo el mundo nos hará infelices”. Pues eso.
El tema de las opiniones ajenas daría para extendernos mucho. Hoy quería contaros los casos de mis dos compañeras. Mañana podemos ser cualquiera de nosotras la que no encuentre talla en una tienda o a la que le llamen gorda, cuando lo que estás es sana.
Afortunadamente no todo han sido disgustos esta semana. Una de las mejores cosas que he visto en mucho tiempo ha sido el cierre del desfile de Andrés Sardá en la Mercedes Benz Fashion Week, protagonizado por Alicia Borrás, una modelo de los años 60. Con 69 años y el pelo completamente blanco, la señora derrochó elegancia, estilo y sensualidad. La idea fue de Nuria Sardá, la hija de Andrés, que según sus propias palabras rechaza esa presión que supone igualar belleza con juventud.
Os dejo el video por si no lo habéis visto: https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=bkuvlYUqRPA
alicia_borras
Antes de terminar, hace mucho tiempo leí un cuento que hoy me viene como anillo al dedo. Dice así:
LA VASIJA ROTA
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros.
Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba todo el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.”
El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del trayecto, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”
Moraleja: Todos tenemos defectos, debilidades y cualidades y debemos sacar provecho de todos ellos, nunca debemos sentirnos menos o más que otros, porque todos tenemos una meta que cumplir, un trabajo que hacer. Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Superarlas implica un trabajo personal profundo y comprometido.
vasija
Cuando leí el cuento pensé que así es. Todos tenemos nuestras grietas, nuestras cicatrices y heridas de guerra que hablan de nosotros, nuestras arrugas para recordarnos todo lo que hemos vivido, reído y llorado. Nuestros kilos de más o de menos para que no nos abandonemos y sigamos cuidándonos.

Francisco de Asís llamaba “benditas imperfecciones” a los defectos que todos tenemos. Benditas porque nos ayudan a crecer, a ser tolerantes, a aprender, a reírnos de nosotros mismos y, algunas, hasta son las causantes de que logremos ciertas cosas importantes en la vida.

brazo
Seguimos la próxima semana. ¡Un beso enorme!

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