viernes, 25 de julio de 2014

La Sirena Enamorada

Ahora me escondo y te observo y te puedo decir:
“Yo mataré monstruos por ti, solo tienes que avisar”
Ya hace algún tiempo salté y caí justo aquí.
Un día en el parque Love Of Lesbian


¡Hola!
Aún me faltan unos días para terminar las vacaciones y volver a la tele. Empieza la cuenta atrás de cada verano. Se acabó hacer y deshacer maletas, toca pensar en la nueva temporada :)
No sé si a los que vivís en Madrid os pasa como a mí y os gusta pasar el mes de agosto aquí. Los últimos años siempre me ha tocado trabajar en agosto y me encanta. La ciudad está tranquila, no hay tráfico ni gente en las tiendas. No hace falta reservar en los restaurantes, los días siguen siendo largos y calurosos y se pueden aprovechar al salir de trabajar. En fin, el que no se consuela es porque no quiere :)
Para esto aún faltan unos días. Volviendo a las vacacaciones, este año las mías han tenido un poco de todo: familia, amigos, playa, pueblo…
Pero viajes aparte, he llegado a la conclusión de que el verano y las vacaciones me gustan tanto por los recuerdos que vienen a mi mente. Recuerdos de niña, adolescente y de hace tan sólo unos años. Momentos que verano tras verano se han venido repitiendo.
Estos días me he puesto a repasar veranos pasados y ahí estaban. Cada uno con su historia pero siempre parecidos. Todos los veranos tiene su magia y todos me sacan una sonrisa.
Para mí las vacaciones son chapuzones nocturnos en la piscina, puestas de sol junto al mar, sardinas y ensalada, una guitarra sonando, un buen tinto de verano, noches de lectura en casa de mis abuelos mientras la luz de la luna entraba por la ventana, juegos en el parque hasta las tantas, beso atrevimiento o verdad, carreras con la bici, alguna herida que otra, el premio del mikolapiz, y el del patapalo de limón. Las vacaciones son noches en la tienda de campaña cerca del río, el gazpacho, el Tour de Francia, la videocámara de mi padre, amores de verano que terminan siéndolo de todo el año, un cucurucho de mandarina y violeta, un capítulo de Sensación de vivir, verbenas en la plaza del pueblo, cuentos de sirenas, un cassette de La Onda Vaselina sonando una y otra vez en el coche.
Pero sobre todo, el verano es la época perfecta para dejar volar la imaginación.
Hace unos días, estando sentada frente al mar con una amiga, empezamos a hablar. Otra de las cosas que más me gustan del verano son las conversaciones tranquilas, sobre nada importante. Conversaciones sin prisas ni interrupciones. Conversaciones enriquecedoras.
El caso es que estábamos ahí, hablando tranquilamente mientras el sol comenzaba a bajar para perderse en el mar.

Le dije:
- ¿La has visto?
- ¿El qué?
- Mira allí, debajo del sol, ha sido un segundo sólo… ya se ha ido

Mi amiga me miraba alucinando porque no tenía ni idea de lo que le estaba hablando.
- Yo sólo veo el sol, el reflejo del sol en el mar, no sé si te refieres a eso…
- ¿Pero la has oído?
- ¿Oído el qué? No, no he oído nada…

No seguí hablando. Entonces, me di cuenta de que mi amiga no la había visto, ni oído. Era algo que sólo podía ver yo. Algo que llevo viendo los últimos 23 años de mi vida, desde que mi madre me lo enseñó cuando yo era sólo una niña.
Todas las tardes al ponerse el sol, después de pasar todo el día en la playa me sentaba con mi madre a mirar el mar y el atardecer. Yo nunca me quería ir a casa, entonces, ella me contaba la historia de la sirena enamorada. Una sirena que salió a la superficie y se enamoró locamente de un marinero que iba en un barco. El barco naufragó y la sirena salvó a su amor. Lo llevó a la orilla de la playa aún sabiendo que probablemente no lo volvería a ver. Por eso, cada tarde al ponerse el sol, la sirena volvía a salir a la superficie con la esperanza de ver de nuevo a su amado. Después, triste y desconsolada, se metía otra vez en el fondo del mar hasta el día siguiente.
Recuerdo que entonces me parecía una historia fascinante. Y claro, el momento más esperado del día era el de la puesta de sol para ver a la sirena meterse en el mar. Os lo creáis o no, os juro que la ví. Día tras día y año tras año, mientras mi madre me contaba la historia yo podía ver la negra silueta de una enorme cola de sirena sobre la luz naranja del sol. Podía además escuchar su triste canción de amor. Duraba sólo unos segundos así que tenía que estar muy atenta. Mi madre me preguntaba:
- ¿La has visto?
- Sí, mamá ¡Qué grande y bonita!

Entonces ya nos podíamos ir a casa.
Recuerdo perfectamente la imagen, y si no fuera porque sé que es imposible, me llegaría a plantear si la vi de verdad. Si fue real.
Durante unos años me olvidé de la sirena, pero este verano algo ha hecho que me acuerde de ella. Supongo que el haber sido madre tiene algo que ver en el hecho de recuperar esos recuerdos de fantasía. Me imaginé en la misma situación con mi hijo, me pregunto si él también verá la sirena. El poder de la imaginación es el más grande de todos.
- Vámonos – le dije a mi amiga -Ya no saldrá hasta mañana.
- Sara, me estas preocupando…
Las siguientes noches preferí no decir nada, era mi secreto, pero siempre nos fuimos a casa después que la sirena. :)
Sirena


Os dejo algunas fotos de estas vacaciones.
En mi pueblo, en la casa de mis abuelos, otro sitio que me trae mil y un recuerdos que algún día os contaré, en Almería y en Portugal.
COLLAGE_vintage_A
COLLAGE_vintage_B
COLLAGE_vintage_C

La semana que viene toca respuestas. Hasta entonces.
¡Un beso enorme!

FINAL

Llegará un día en el que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza
Paul Geraldy

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